lunes, 24 de enero de 2011

Todo

Apareció, de repente, como siempre nos dijeron que debía ocurrir en las historias de amor. Nuestras miradas se cruzaron y el mundo se paró. Una sonrisa estúpida se dibujó en mi cara a la que él respondió con la mas perfecta de las sonrisas que jamás pude haber imaginado. Si, me sonreía a mi.

Se acercó, bailamos, me abrazó y me sentí como en casa, cómoda, a gusto, sin ganas de desprenderme de sus brazos, de su cuerpo, de él. Me abandoné a su merced. Sus ojos se clavaron en los mios y me besó, tantas veces que perdí la cuenta en el primero. Me dejé llevar por su boca, por sus labios, su olor. Cómo me gustaba entrelazar mis dedos por su pelo. Había encontrado el paraíso y hacía lo imposible por quedarme en él.

Cada segundo parecía una eternidad a su lado, perdidos, y me desesperaba saber que esa eternidad sería más corta de lo que realmente me hubiera gustado. Daría cualquier cosa por unos últimos segundos en su boca, su mirada atrevida, su cuello... En menos de una semana llegó a ser más que todos los que hubo antes, juntos. Las comparaciones son odiosas pero me es imposible no hacerlas, al menos en este caso.

Recuerdo cada detalle como si acabara de ocurrir y algo me dice que jamás se me olvidarán. Puedo decir que disfruté de una de las historias más bonitas que jamás nadie haya vivido antes.

Contra mi voluntad me marché, vino a por mi, y después se fue. (Qué facil es omitir los detalles que me reservo para mi). Ya no es más que uno de mis mejores recuerdos, muy presente en mi día a día.

"Yo sólo busco que me tiemblen las piernas, que seas de esas que nadie recomienda. Yo sólo busco que nadie lo entienda, pero cuando este roto, escuchar que merece la pena"

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